lunes, 18 de julio de 2011

Sobre el Azar, la Repetición y la Ceguera

Hace un tiempo leí sobre lo irracional e infantil de suponer casualidades mágicas a sucesos de la cotidianidad.

Hoy me he encontrado por azar, en el margen de unas dos horas y en lugares y contextos totalmente diferentes, un mismo cuento sufí.

(En un primer caso, citado por Baudrillard, en un texto escogido al azar en una biblioteca; en un segundo caso en una consulta privada, a partir de una suerte virgiliana):

El contrabandista

Nasrudín solía cruzar la frontera todos los días con las cestas de su asno cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista, cuando volvía a casa por las noches los guardas de la frontera lo registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando. Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudín aumentaba visiblemente.
Un día se retiró y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, lo encontró uno de los aduaneros.
- Ahora me lo puedes decir, Nasrudín, ¿qué pasabas de contrabando que nunca pudimos descubrirlo?
- Asnos – contestó Nasrudín.



miércoles, 22 de junio de 2011

Punto y Final

Poner punto y final no es decisión fácil. Las estructuras tienden a oxidarse bajo su propio peso y los delgados raíles sobre las que circulan devienen, con el tiempo, murallas y diques.
Un final de ciclo siempre nos lleva a la impresión de arribar a un acantilado enorme.
Más allá: para los pesimistas y cobardes, el abismo de lo desconocido, la selva oscura, el desierto estéril; para los optimistas e ingenuos, el país de las mil maravillas; para los frívolos, el parque temático, el desfile de novedades; para los hombres y mujeres libres, preñez de posibilidades tras la pérdida asumida y necesaria.
Todo sistema, gobierno o pareja tiene vocación de torre de Babel y toda edificación mal fundamentada tiende a implosionar, a desmoronarse sobre su propio eje.
Pero en muchas ocasiones es necesario, además, un golpe sobre la mesa, un decir "basta" para que la caída sea clara y limpia.

domingo, 12 de junio de 2011

Auriga

Uno puede esperar con ansia la noche para irse a morir, perdón,  dormir.
Uno puede desear el último día de su vida para irse a dormir, perdón,  morir.
Los hay, en cambio, que andan estresados, para así llenar con tensión lo que la pasión no alcanza.
Otros son adictos a la pasión y los amoríos, cuando en realidad nunca quisieron, en verdad, a nadie más que a sí mismos.
Algunos solo pueden vivir en su sufrimiento en llama viva, como si ello justificase, perdonase o aplazase el aceptar su verdadera herida.
Muchos pretenden vivir en la espuma de la brisa, como si vagar en la frivolidad eximiese de cavar, día a día, su propia fosa.


Se trata pues de ser auriga, ya no vagar o cavar, sino cabalgar caballos propios, para devenir, entonces sí, libres.






domingo, 1 de mayo de 2011

Altos Vuelos

La vida de muchos se me antoja un vuelo fatuo. Un enorme dispendio de energía para un vuelo que en muchas ocasiones  es, sin consciencia de ello, a ras de suelo.
Atrapados, en un sinnúmero de veces, en una tela de araña poderosa, omnipresente, casi invisible. Nuestra propia cárcel, entrada y salida de los que más queremos, construida a lo largo de nuestras vidas, habitantes de túneles oscuros que nosotros vemos como cielo limpio.
Ícaros más que Dédalos, Angelus Novus de Paul Klee, huracanados y cegados de luz.
A lo sumo, es nuestra intención, nos cubrimos con la capa heroica de Otto Lilienthal y exhibimos con la máxima humildad posible nuestra voluntad de avanzar, de crecer, de volar con algo más de lucidez, sin quemarnos, sin quemar  a los que queremos, amamos o a los que no;  sin precipitarnos en el lodo, en el océano oscuro de la idiotez.

sábado, 16 de abril de 2011

Ceguera

No hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Esta frase tiene validez en el momento de llamar “mercenario gadafista” a una persona calcinada en una carretera o a la incapacidad de ver lo extraordinario en las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
Uno se va enredando, con los años, en una red cada vez más tupida, rígida, áspera y aparentemente sólida, que le impide ver que a un palmo de su burbuja hueca y cargada hay un suelo fértil.

Esta mañana, al despertar, el tráfico de la gran ciudad ha parado, el suelo sonoro de decenas de vencejos me han recordado, durante un par de minutos, el cielo que se me niega cada día.
El amor a él/ella no está en las aventuras extraordinarias en los Andes, ni en los enamoramientos extraordinarios, fantásticos y tóxicos,  sino en el compartido reflejo constante y tibio de la luz de abril sobre los párpados de él/ella.
El tiempo se acorta entre espasmos estresados. Como drogados animales de granja, muchos envejecemos, enfermamos y morimos; cuando, en realidad, pese a que la vida es breve, deberíamos vivir los días más largos, inacabables, incansables, como los niños.

domingo, 3 de abril de 2011

Caos Sutil

El agua radiactiva filtrada a través de la brecha de 20 cm en el reactor número 2 de la central nuclear de Fukushima ejemplifica un tipo de caos sutil distinto al caos brutal de batalla que hoy vemos en Abiyán.
El caos sutil es una muerte lenta, invisible, callada que rompe el ecosistema u organismo desde su corazón. Como un gusano incansable anidando el interior de un fruto.
Contenerlo es, en ocasiones, muchísimo más difícil.

Semilla, 2004