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El secreto de los grandes secretos es que, en el fondo, no hay secreto. |
miércoles, 27 de julio de 2011
martes, 19 de julio de 2011
Ojos para Ver
En ocasiones, descargar un gran peso arrastrado durante largo tiempo, pongamos por caso un poncho de estrés, una ansiedad invalidante, un túnel sin final de luz, equivale en la vida cotidiana a un despertar, a un “descegarse”.
Los conceptos se hacen más precisos, se ramifican, cristalizan, vibran, se hermanan, se permeabilizan llegando a fundirse como el queso sin perder su lugar; uno lee con fluidez, quizá por primera vez, devorando, dudando dulcemente dónde poner el punto final.
Los problemas devienen desafíos a resolver con la velocidad y la constancia de un pez azul plateado en alta mar.
Los problemas devienen desafíos a resolver con la velocidad y la constancia de un pez azul plateado en alta mar.
Las sensaciones se hacen sutiles, más profundas y calan con gusto como el agua de lluvia un día de verano o a la manera cómo huelen los niños los prados de montaña.
Las experiencias cotidianas dan como recibo paz y una miga de sabiduría, siendo el cansancio leve, como un par de alas ajustadas a la espalda.
Uno deviene, a la velocidad de una simple bicicleta o callejeando a paso firme, serpiente alada de vista sutil, coloreada de innumerables matices.
lunes, 18 de julio de 2011
Sobre el Azar, la Repetición y la Ceguera
Hace un tiempo leí sobre lo irracional e infantil de suponer casualidades mágicas a sucesos de la cotidianidad.
Hoy me he encontrado por azar, en el margen de unas dos horas y en lugares y contextos totalmente diferentes, un mismo cuento sufí.
(En un primer caso, citado por Baudrillard, en un texto escogido al azar en una biblioteca; en un segundo caso en una consulta privada, a partir de una suerte virgiliana):
El contrabandista
Nasrudín solía cruzar la frontera todos los días con las cestas de su asno cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista, cuando volvía a casa por las noches los guardas de la frontera lo registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando. Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudín aumentaba visiblemente.
Un día se retiró y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, lo encontró uno de los aduaneros.
- Ahora me lo puedes decir, Nasrudín, ¿qué pasabas de contrabando que nunca pudimos descubrirlo?
- Asnos – contestó Nasrudín.
Un día se retiró y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, lo encontró uno de los aduaneros.
- Ahora me lo puedes decir, Nasrudín, ¿qué pasabas de contrabando que nunca pudimos descubrirlo?
- Asnos – contestó Nasrudín.
miércoles, 22 de junio de 2011
Punto y Final
Poner punto y final no es decisión fácil. Las estructuras tienden a oxidarse bajo su propio peso y los delgados raíles sobre las que circulan devienen, con el tiempo, murallas y diques.
Un final de ciclo siempre nos lleva a la impresión de arribar a un acantilado enorme.
Más allá: para los pesimistas y cobardes, el abismo de lo desconocido, la selva oscura, el desierto estéril; para los optimistas e ingenuos, el país de las mil maravillas; para los frívolos, el parque temático, el desfile de novedades; para los hombres y mujeres libres, preñez de posibilidades tras la pérdida asumida y necesaria.
Más allá: para los pesimistas y cobardes, el abismo de lo desconocido, la selva oscura, el desierto estéril; para los optimistas e ingenuos, el país de las mil maravillas; para los frívolos, el parque temático, el desfile de novedades; para los hombres y mujeres libres, preñez de posibilidades tras la pérdida asumida y necesaria.
Todo sistema, gobierno o pareja tiene vocación de torre de Babel y toda edificación mal fundamentada tiende a implosionar, a desmoronarse sobre su propio eje.
Pero en muchas ocasiones es necesario, además, un golpe sobre la mesa, un decir "basta" para que la caída sea clara y limpia.
domingo, 12 de junio de 2011
Auriga
Uno puede esperar con ansia la noche para irse a morir, perdón, dormir.
Uno puede desear el último día de su vida para irse a dormir, perdón, morir.
Los hay, en cambio, que andan estresados, para así llenar con tensión lo que la pasión no alcanza.
Otros son adictos a la pasión y los amoríos, cuando en realidad nunca quisieron, en verdad, a nadie más que a sí mismos.
Algunos solo pueden vivir en su sufrimiento en llama viva, como si ello justificase, perdonase o aplazase el aceptar su verdadera herida.
Muchos pretenden vivir en la espuma de la brisa, como si vagar en la frivolidad eximiese de cavar, día a día, su propia fosa.
Se trata pues de ser auriga, ya no vagar o cavar, sino cabalgar caballos propios, para devenir, entonces sí, libres.
Uno puede desear el último día de su vida para irse a dormir, perdón, morir.
Los hay, en cambio, que andan estresados, para así llenar con tensión lo que la pasión no alcanza.
Otros son adictos a la pasión y los amoríos, cuando en realidad nunca quisieron, en verdad, a nadie más que a sí mismos.
Algunos solo pueden vivir en su sufrimiento en llama viva, como si ello justificase, perdonase o aplazase el aceptar su verdadera herida.
Muchos pretenden vivir en la espuma de la brisa, como si vagar en la frivolidad eximiese de cavar, día a día, su propia fosa.
Se trata pues de ser auriga, ya no vagar o cavar, sino cabalgar caballos propios, para devenir, entonces sí, libres.
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domingo, 22 de mayo de 2011
domingo, 1 de mayo de 2011
Altos Vuelos
La vida de muchos se me antoja un vuelo fatuo. Un enorme dispendio de energía para un vuelo que en muchas ocasiones es, sin consciencia de ello, a ras de suelo.
Atrapados, en un sinnúmero de veces, en una tela de araña poderosa, omnipresente, casi invisible. Nuestra propia cárcel, entrada y salida de los que más queremos, construida a lo largo de nuestras vidas, habitantes de túneles oscuros que nosotros vemos como cielo limpio.
Atrapados, en un sinnúmero de veces, en una tela de araña poderosa, omnipresente, casi invisible. Nuestra propia cárcel, entrada y salida de los que más queremos, construida a lo largo de nuestras vidas, habitantes de túneles oscuros que nosotros vemos como cielo limpio.
Ícaros más que Dédalos, Angelus Novus de Paul Klee, huracanados y cegados de luz.
A lo sumo, es nuestra intención, nos cubrimos con la capa heroica de Otto Lilienthal y exhibimos con la máxima humildad posible nuestra voluntad de avanzar, de crecer, de volar con algo más de lucidez, sin quemarnos, sin quemar a los que queremos, amamos o a los que no; sin precipitarnos en el lodo, en el océano oscuro de la idiotez.
A lo sumo, es nuestra intención, nos cubrimos con la capa heroica de Otto Lilienthal y exhibimos con la máxima humildad posible nuestra voluntad de avanzar, de crecer, de volar con algo más de lucidez, sin quemarnos, sin quemar a los que queremos, amamos o a los que no; sin precipitarnos en el lodo, en el océano oscuro de la idiotez.
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