sábado, 27 de septiembre de 2014

La Humanidad en Rojo (notas sobre los orígenes del arte)

Aquel día amaneció distinto. La naturaleza se había roto y el cielo era opaco y rojo.

El frío más intenso recogía a la humanidad en el interior de los abrigos de roca, en cavernas cada vez más oscuras. Por un tiempo, pareció que la Tierra se había tragado a sus hijos en un canibalismo espontáneo, sin mal.

Hace unos 70.000 años la humanidad estuvo a punto de desaparecer en una Muerte Global, bajo un colosal y lejano volcán, como cualquier otra especie, con su caparazón vuelto del revés.

Durante un tiempo excesivo, extremo, los supervivientes volvieron su cabeza hacia dentro. Como un pulpo cazado y malherido. Las alucinaciones fueron frecuentes y la necesidad imperiosa de vivir, la valentía, la tenacidad, fueron cuestión de vida o muerte.

Casi superado el miedo, los cuerpos fueron pintándose de ocre y rojo, así como la matriz de roca, como segunda piel, que los había protegido.


En aquel punto, en aquella orgía encarnada, se produjo una ruptura tal que el Padre Cielo y la Madre Tierra nunca más pudieron mirarse a los ojos, directamente, con la espontaneidad de los niños.

Allí nació el arte y los mitos, con más fuerza, en una nueva mutación, en un salto al vacío sin precedentes.
Durante los miles de años siguientes el Espíritu que dictaba el movimiento de los astros, dirigía también la mano, bajo una ley fértil, creadora.

Y mientras, la Tierra, lentamente, permitió, bondadosa, que los grupos de animales y la naturaleza toda fuera volviendo a su lugar, repoblándola entera.


Munch + arte parietal australiano + Turner

martes, 19 de agosto de 2014

Notas sobre los Orígenes del Arte

Entre los 80.000 y 60.000 años algo decisivo ocurrió en la estructura de nuestro cerebro sapiens, en su organización interna.
La hipótesis que mejor encaja con el salto neurocerebral y antropológico hacia aparición de lo propiamente “artístico”, entendido como manifestación espiritual simbólico-compleja, en los registros­ encontrados hasta la fecha de hoy y en todas los linajes planetarios (con hibridaciones genético-antropológicas con otras especies incluidas) es la que habla del largo invierno volcánico provocado por la mayor catástrofe natural de todos los tiempos (a escala humana): La erupción del Toba hace poco más de 70.000 años y que condujo a nuestra especie a un “cuello de botella” realmente crítico. Según diversos autores el ser humano estuvo a punto de desaparecer y sus supervivientes dieron origen a la diferenciación cultural que hoy conocemos en Eurasia, África, Australasia y América.

35.000 años después de aquel suceso devastador y crísico ese linaje sapiens florece, por ejemplo, en Chauvet Pont d´Arc en Eurasia o en el abrigo de Gabarnmung en Australia como culminación de un largo proceso cultural transcontinental que se inicia, por ejemplo, en el sur de África, en los ocres de Blombos.

A partir de este marco apuntamos los siguientes puntos:

1) Da que pensar, cómo el ser humano, ayer y hoy, necesita encontrarse en una situación límite para su evolución espiritual. Es ante el abismo de su extinción, de su aniquilación, en definitiva, de la Muerte en mayúsculas, que aparece una consciencia espiritual performativa.

2) Esta hipótesis hace esperar fascinantes nuevos hallazgos, en el campo arqueológico y “artístico”, en un rango de fechas entre los 70.000-35.000 años.

3) El registro arqueológico NO conserva las manifestaciones simbólicas sobre el primer y privilegiado  soporte: la piel. Conserva mayormente lo que se denomina arte parietal:  como registro sobre una SEGUNDA piel de un yo/nosotros simbólico, la piedra. Fenómeno común que se repite con otros materiales a lo largo de todas las culturas, tiempos y continentes: huesos, cortezas, telas, etc., hasta hoy.



Pintura sobre piel  y Abrigo de Gabarnmung (Australia) + Tàpies



jueves, 24 de abril de 2014

La Caverna Vertical

Delante y detrás de un espejo vertical no hay otra cosa que un mismo desierto, dispuesto extensamente como un gran plano árido y horizontal.

Atravesar el espejo no es tarea sencilla. Un ilusionista en un escenario lo tiene más fácil que cualquiera de nosotros. 
En su interior habita, nocturno, un gran río.

Sin embargo, inversamente, pocos son los que se adentran en un erial; imposible incluso mantener la mirada en él. Por suerte, tan real como inhumano, está plagado de oasis. Escasos o frondosos permiten a uno descansar, detenerse y otear el horizonte a fin de trazar un pequeño mapa para continuar en ruta y alcanzar otros momentos.

El velo de Māyā está repleto de espejitos, pantallas táctiles, espejismos, tan melosos como mortíferos. Escenario de personajes entrelazados en interminables, tragicómicas danzas, tan alegres y caprichosas como tristes y dolorosas.
Golosa membrana, espejo donde se apiñan, estampados, numerosos grupos de seres semejantes a murciélagos en enorme griterío; de cabezas hacia dentro, de cabezas hacia fuera.
Redes numerosas, enredos tan sedosos como venenosos; balbuceantes, mudos, discursivos, nerviosos.

Tampoco ­es posible vivir en el desierto, pero sí disponer de una brújula bien labrada, con la que girar tan sólo unos grados.
Despegarse del ilusorio espectáculo y,  a un tiempo, voltear la tierra, unos pasos, para elevarse sobre el desierto, invisible, indivisible, imposible; sin tropezar con paradójicas columnas que convierten a la serpiente en la mejor de las amantes. Aprender a bailar sobre la especular cacofonía sin desprenderse nunca de nuestro eje más humano.

Disponemos de alas torpes pero es preciso horadar túneles, aéreos y subterráneos, perforar galerías sutiles, hallar claves, “clics”, ejércitos de calladas golondrinas, esquinas vertiginosas, deshacer nudos, como alternativa valiente a la omnipresente caverna vertical.


http://lacavernavertical.blogspot.com.es/ 
LA CAVERNA VERTICAL/proyecto, 2014