Somos, en el mejor
de los casos, cristalizaciones de sueños adolescentes.
Cristal defectuoso
de consistencia acuosa:
Solo el presente
merece ser recordado.
El pasado no cubre
mucho más que la cortina de ducha de un hotel, como una mala muda de
serpiente. Costras en la espalda como capas de piel centenaria de un
hombre-árbol. Pellejo de momia de santo portugués. Superficie del
Douro, cobriza de turistas de capitalismo cansado.
Cenizas de eucalipto
quemado, pino negro de los infiernos; en los parabrisas de los
coches, en el sol de un mediodía de agosto, incluso, en las frías
playas, beatas, de los paraísos atlánticos.
Mejor huir más al
sur.
Atravesar un país,
o una vida, como los locos. Educados portugueses conduciendo como
maldiciendo y nosotros hablando portuñol para no aburrirnos.
Y ya no más. Los cuerpos se hunden o se hinchan, las identidades se apagan.
Filosofía del tú,
a corto plazo.
Cenizas en una playa (São João) + talla de madera portuguesa (Aveiro) + líquido + acantilados (Peniche). |