sábado, 26 de marzo de 2011

El Caos

El caos late en el seno de la forma más organizada. Como aquella energía descontrolada que puede acabar desbordando su matriz-sistema, devorándola.
Fukushima, Libia, la aparición de un tumor, incluso un día a día desperdiciado por una entropía feroz responden a la misma idea.
Uno puede vivir bajo la tiranía de la lógica tumoral y, simultáneamente, bajo el peso de una aparente solidez piramidal.
El reino del caos, su capricho destructor, la libertad oscura en forma de baile de muerte es, en realidad, la cara oculta de la estructura inmóvil “de lo que hay”.
Toda guerra, sea militar, sociopolítica o personal, puede acabar atrapándonos en una fiesta de muerte con sacrificios de sangre y víctimas culpables, responsables e inocentes. En todo caso habría que saber escurrirse de la tela de araña con la suficiente astucia para, desde la devastación, encaminarse hacia el reequilibrio, hacia el orden físico-químico, biológico, socio-político, simbólico y emocional.
La idea es restablecer una nueva libertad respetuosa nada arbitraria; tensar el arco de la evolución como movimiento y crecimiento perpetuo sin romper jamás, más allá de lo necesario, el sagrado equilibrio de nuestros mundos.



Aviones de Guerra, 2003 (Tiempo de Seth)

domingo, 13 de marzo de 2011

El Horror

Repetidamente, cansinamente, la gente suele espantarse ante los matices siniestros o tenebrosos de muchas de mis obras y reflexiones.
Y sin embargo, si yuxtapongo mis obritas a lo que veo o intuyo a través de la ventana: Libia y Japón; y los demás horrores invisibles, olvidados por los medios, los horrores latentes en nuestro corazón y en todas partes, mi obra se muestra carnavalesca. Una suerte de mascarada de pesadilla casi infantil. Fragmentos de cuento y de obra de teatro. Personajes de guiñol y, en el fondo, cierto aire de fiesta de la vida.
El arte, si uno puede a penas asomarse empáticamente al sufrimiento del otro, deviene, por comparación, un atrezzo fácilmente digerible. Los horrores de Goya o los inquietantes Ensor, Bacon o Munch no tienen más cuerpo que un eco simbólico. Un rastro, una huella, un índice articulado, estetizado del sufrimiento real. Con una mirada apropiada, quizá educada, devienen sedantes-estimulantes, estructurantes, articuladores del caos, de la negra noche y de lo insoportable.
Habitáculo y alimento para moldear la resiliencia de nuestra civilización global, de nuestras vidas.
Tántalo, 2001 (Sujetos en Descomposición)

sábado, 12 de marzo de 2011

Poiesis y Respiración

Dibujar, fotografiar, escribir ¿responden a la lógica de la exhalación o de la inspiración?

En un primer momento parecería que dibujando o escribiendo respondo, genero, produzco, me sitúo en el polo fértil de la exhalación generativa.
Existe el riesgo, siempre presente, de que exhalar sea en realidad una expulsión, un vómito negativo que responde a la incapacidad del buen digerir. La creación constructiva, fértil, constante no debe confundirse con la zafia excreción, ni tan solo con el aparentemente sano exorcizar.
En muchas ocasiones el límite es borroso y todo lo que hago puede situarse en un margen de la línea u otro.
Inversamente “crear” puede inscribirse en la lógica del deseo de sumar y retener; captar, aprehender, aunque se trate de abrir vías en el sano camino del conocimiento.
La creación así, se uniría con su aparentemente opuesto “inspirar”; sedimentar, abonar; leer, estudiar, aprender, impregnarse, influenciarse, mezclarse; visitar exposiciones y  eventos; gestionar las obras y proyectos producidos, responsabilizarse de lo hecho; Proyectar, vertebrar.
La nuez de todo ello, finalmente, consiste en mapear los límites de la “poiesis” para descargar todos los pesos innecesarios y posibilitar, a través de una equilibrada respiración, el buen alumbramiento.



FRAGMENTO de Lago (No-tiempo) y el/los aquí/s y ahora/s cotidiano/s, 1995

sábado, 5 de marzo de 2011

Aprender a Digerir; Aprender a Expulsar


Esta semana oí hablar del necesario equilibrio entre lo que se ingiere y asimila y lo que se expulsa y olvida.
Hay quien no deja nunca su paraguas en casa, estreñido, no tira un solo dibujo o cuadro propio, se pasa la vida acumulando títulos universitarios sin escribir un solo artículo, no olvida jamás su primer, segundo o tercer amor, sedimenta sentimientos/resentimientos, colecciona listines de teléfono, bolígrafos, carpetas y archivos, acumula cromos y microcosmos en casa; Diógenes pesado de digestiones lentas sabe ante todo inhalar, inspirar.
Hay quien, en cambio, desenraizado y marino, cabalga en un colador de piel prestado, torrente de memoria corta y sospechosa fluye sin anclarse, deshecha, menosprecia, indolente sin retener tan solo los nombres de las personas que lo alimentan o quieren, diarreico, menosprecia el tener y baila sobre el ser; Nómada arenoso, azote de las ciudades y enemigo de la ley, sabe ante todo exhalar, espirar.
Ambos, sin duda, desconocen la simetría perfecta de la respiración.




Sintecho, 2006/2007