domingo, 11 de diciembre de 2011

La Danza de la Muerte


En el año 1371 cuando Dédalo cumplió 40 años decidió adentrarse en el bosque para encontrar el justo ecuador de su vida.

Allí encontró a la Muerte, en forma de tres figuras esqueléticas, con las que jugó, ilusionado, dolorosa y tramposamente, a las cartas.
Aquella danza se prolongó durante semanas.

En el siglo XIV la presencia de la Muerte era común (fuese por la peste negra, las guerras o las ejecuciones) y durante los siglos siguientes florecieron representaciones más o menos populares: frescos, poemas, grabados, esculturas, leyendas, músicas, tapices y danzas en torno a ella.

La Muerte danzaba como hoy lo hacen los Estados con los Mercados, en el cuadro de un destino fatal. En el Medioevo tardío quizá hubiese sido natural representar a los líderes políticos europeos, como Sarkozy, Merkel o Cameron, bailando con cadáveres putrefactos, como un modo, quién sabe, de exorcizar el exceso grotesco de pulsión de muerte sobre la vida. Imagino que se trataría de recrear, en cierta medida, la gran fiesta de la muerte que convierte a las gentes en títeres en un siniestro callejón sin salida.

Durante aquellas semanas, serpenteante, Dédalo sintió que mudaba la piel, que abandonaba el viejo caparazón de artrópodo para adoptar vestidos blandos. En aquellos días decisivos su cuerpo perdía, como los niños en sus primeros pasos, el equilibrio. Sentía su pecho latir extrañamente, como si su nuevo corazón no le perteneciese. Vivía la realidad extraña, como un cuadro de Munch sobre un puente levantado hacia lo nuevo.

Todo lo terrible, como todo lo feliz, alcanza su fin. Toda danza tiene su final: Dédalo sonrió a Cloto, pareció sonreírle Láquesis y Átropos, finalmente, concedió tregua.


 Encuentro de los tres vivos y los tres muertos



sábado, 19 de noviembre de 2011

El Color

Para un niño de pocos años un color no es solo un color. Cada uno vibra con espíritu propio y su importancia iguala a los singulares perfiles de los animales del zoo.
Descubrir tonos de rojo, amarillo, verde o azul como el que encuentra distintas monedas antiguas; cubrir superficies con cromatismos que, aún hoy, soy incapaz de nombrar.
El dibujo, sin embargo, por su capacidad de figurar o de narrar, fue tejiéndose poco a poco como eje principal, apartando el poder del color a un segundo plano.
En mi adolescencia recuerdo un zig-zag entre el dibujo y los espasmos del color que lograban alcanzar la luz para, poco después, morir en la noche del negro, el azul o el verde de un jardín wertheriano.
Y más tarde poco más. El color fue sinónimo del gran azul. Prusia, verde esmeralda muy escurecido, veronés, tierras, grises, blancos, negros….
El rojo, escasísimo, pervivió como señal o herida y el amarillo, extraño, como luz previa al ocaso.
Cuando retomé el quehacer artístico, después de años estériles, tan solo pervivía el gris-negro del grafito y la pintura blanca, como pugna suspendida en el manto níveo del salar.

Hoy sé que el color es la piel de la vida y asoma, parece, como magma de carne entre las mallas estancas de mis papeles fugaces.

La Piel de Bes en Mayo, 2010

sábado, 12 de noviembre de 2011

Cansino Casino

Una nueva Lotería de Babilonia atraviesa los Estados en un fraudulento casino mundial.
El poder del desierto siempre fue superior a los campos arados del agrimensor.
Se derrumban viejas torres y la incertidumbre o la regla fatal del mercado sobrevuelan nuestras cabezas.
La danza de la muerte del nuevo espíritu del capitalismo parece reinar sobre la herrumbre de la Ley de la vieja/nueva Bastilla.

Danza de M., MACBA, 2011


jueves, 13 de octubre de 2011

Por Fin Tengo Estudio

16 años después de dejar mi espacio en Bellas Artes, un lugar de aprendizaje fallido desde la institución, pero rico como espacio para compartir miradas y experiencias creativas, vuelvo a tener estudio.

En mi infancia, mi primer contacto con la idea de “estudio de artista” fue a partir del mito, del cual me alimenté en los gordos libros de arte de mi padre. El mito del artista con estudio, fuese en una buhardilla parisina de 1900 o el iluminado y amplio estudio del artista de éxito, pongamos que hablo de Matisse.
Inversamente, recuerdo, debía tener unos 12 años, ayudar a mi padre, los sábados por la mañana, en los trabajos de albañilería en su primer estudio, un entresuelo con ecos de tramontana. En aquel espacio nunca dibujé un triste papel, ni recuerdo haber visto nunca a mi padre pintar. Para mí fue un espacio frío, cerrado, desangelado, dirección norte, totalmente ajeno a mí.
En la adolescencia mi habitación cerrada se convirtió en mi fábrica-burbuja de sueños, mi lanzadera para la evasión, tan necesaria durante aquellos años.
Algo más tarde, rozando los 18 años, mi burbuja creció hasta convertirse en mi primer piso. Un espacio vacío, sin muebles, de enormes paredes y ventanales, en el barrio de Gràcia de Barcelona, donde pintaba enormes telas con destino a las asignaturas de mi primer año de carrera.
Y de allí, casi simultáneamente, al espacio de pintura de Bellas Artes, donde combinaba en zig-zag el pintar con las clases de Filosofía.
Después, más allá de 1994, ya no más, mi piso se convirtió en mi estudio, pero también en mi prisión. Hasta el presente.
Un estudio compartido permite recuperar la mirada del otro y además uno se halla ante sí mismo, ante su propio trabajo, en un espacio y en un tiempo determinado, sin distracciones, sin la tentación de pasar a hacer otra cosa por cansancio o frustración. Un estudio multiplica el trabajo y lo dignifica; dignificando además la propia vivienda, convirtiéndola, ya empezaría a ser hora, en un hogar.
Estudio en L'Hospitalet, 2011

martes, 11 de octubre de 2011

Inocentes

Este sábado viendo The Innocents (J. Clayton, 1961) aprendí que una excesiva búsqueda de la verdad, una necesidad incontenible de “iluminar” lo oculto a toda costa, rebasando límites, sin rendirse, sin retirarse a tiempo, puede tener un desenlace más fatal, destructor o mortífero aún que, simplemente, no hacer nada.
Uno debe aceptar sus límites y no luchar contra la oscuridad, como el más estúpido de los héroes.
En estos días encuentro también en Baudrillard invirtiendo/pervirtiendo a Hölderlin: “Allí donde crece lo que salva, crece también el peligro” (Das wo Rettende wächst, wächst die Gefahr auch).
¿Cómo renunciar a “salvar” lo que se ama? Más allá del egoísmo o el amor desinteresado, más allá del narcicismo de cada cual, quizá asumiendo que la mano de uno no salva, sino todo lo contrario.

The Innocents

sábado, 1 de octubre de 2011

Fantasía Infantil (en clave)

Algo que me fascina. En la película de Tomas Alfredson  Déjame Entrar” (Let the Right One In (Swedish: Låt den rätte komma in)) el niño Oskar es protegido (amado) por el monstruo Eli hasta sus últimas consecuencias.

 

Eli vs. Caballo Loco, 2011

 

domingo, 25 de septiembre de 2011

La Esfinge

La pregunta clásica en filosofía: ¿Por qué existe algo en lugar de nada?
Hoy reformulamos la pregunta en su reverso: ¿Por qué no existe nada en lugar de algo?
O la más cercana, emocional y ética ¿Por qué desamor en vez de amor? ¿Crueldad en vez de empatía?
Nos obsesionamos con descifrar enigmas. Una civilización entera, una vida entera, puede enloquecer desde el hilo de insistir, horadando, en estas preguntas sin alcanzar nunca al corazón de la Esfinge.
La alternativa es la frivolidad, la necedad, la inconsciencia, el vivir a ras de suelo, desde la irresponsabilidad, desde el ombligo, más cerca de los cerdos que de los ángeles.

Solo nos queda insistir, desde la nobleza, en la fortaleza de vivir en la lucidez, permanecer en nuestra posición, tomar partido y apostar asumiendo todas las consecuencias.

La Bicha, 2011


jueves, 22 de septiembre de 2011

Oquedad

Siempre me ha sorprendido y en especial, de forma más consciente y reveladora, durante estos últimos diez años, el difícil encaje entre las palabras y las acciones.
Sea en el amor, en la amistad, en la economía, en la política...
La inconsistencia de unas y otras, su desencaje fatal, su falta de correspondencia que nos convierte en seres lamentables, duplicados y fallidos. Sociedades enfermas, personajes sin fondo, sin más esencia que su ego hinchado de nada.
He conocido hombres, mujeres, sociedades “felices” o “infelices”, “exitosas” o “mediocres”, “frívolas o profundas”, “conscientes o inconscientes”, da igual, a galope de ese flujo, desde un discurso hueco y desde el aspaviento de las acciones. Importa poco desde dónde justificasen su charlatanería: Desde la experiencia de la vida en la calle, del “haber vivido mucho, intensamente”, desde el mundo laboral del “haber trabajado mucho, profesionalmente”, desde los más espesos libros, del  “haber leído mucho, profundamente”.
Me hiere pensar en el valor mínimo o perverso de las palabras. Su uso fraudulento; su manipulación, su uso en la adulación para el propio beneficio, placer o evasión.
Y, finalmente, lo que más me ha aterrado es ver como esa narrativa basada en la mascarada, falsa racionalidad, deshuesado de corazón, atraía a espectadores de toda condición, incondicionales, entregados, almas esperanzadas, ávidas o ingenuas. Cómo se iban enredando, durante meses o años, vidas enteras; como se iban encadenando, mermando y sucumbiendo como víctimas de auténticos vampiros.
Es en ese sentido que mis obras, sobre todo en estos últimos meses, están repletas de vampiros, máscaras huecas o demonios aspaventosos. Como si se tratase de un exorcismo del horror y del sinsentido.


jueves, 15 de septiembre de 2011

Tunupa

¡Vaya, pues! el meollo de todo se basa en la incertidumbre y en la aleatoriedad. La  realidad sólida, como un marmóreo terrón de azúcar, implosionó como una ilusión: información y solo información sobre todo lo demás ¿acaso alguna vez tuvo consistencia?
Platón se quedó corto, quizá un Berkeley sin Dios es lo que habitamos. El baile cuántico nos libera, ¡qué libertad para hombres y mujeres tan pequeños! ¡Saldremos volando como cometas de niños andinos!
Y sin embargo necesitamos montañas, matrices que nos den el sosiego ilusorio de una hamaca espiritual, un abrazo tierno.
Recuerdo las montañas franco-suizas de mi infancia, de un enorme azul ocupando el cielo. Lo relaciono con un cuadro importante en mi vida, una tela grande que pinté en las madrugadas del verano de 1994, La Montaña Mágica. Creo que fue el único cuadro que me dio de comer durante unos meses. Pero también llegar a pintarlo, terminarlo y sacarlo a la luz, supuso una caída en el vacío y una larga hambruna. Como si toda ascensión estuviese entrelazada con un descenso fatal. Como la vida respecto a la muerte, el amor y el desamor, el éxito y el fracaso.
En la ascensión del volcán Tunupa, en el desierto-salar de Uyuni de Bolivia, hace un mes, alcanzados ya los 5.000 metros de altura, me detuve justo antes de llegar al abismo del cráter. El oxígeno era suficiente, pero había demasiado peligro para continuar subiendo sin más medios que botas y manos. Me lo imagino sublime, terror y maravilla de nieves y lava rojiza. Detenerse antes de alcanzar una meta gigante tiene mucho de amargura, pero  también mucho se sensatez, humildad y quizá supone aceptar la verdadera naturaleza de nuestro sino.
Como en el amor, en la vida no se trata de devorar cráteres sino de lamer laderas.

Para ilustrarlo baste la referencia al cuento de A. C. Clarke sobre los monjes tibetanos y la IBM que encuentro una vez más y en varios lugares en Baudrillard:
“(...) Perfeccionar el mundo equivale a concluirlo, a realizarlo, y, por tanto, a encontrarle una solución final. Pienso en esa parábola sobre los monjes del Tibet que, desde hace siglos, descifran todos los nombres de Dios, los nueve mil millones de nombres de Dios.
Un día, llaman al personal de la IBM, que llega con sus ordenadores, y en un mes acaban con toda la tarea. Ahora bien, la profecía de los monjes decía que, una vez concluido este cotejo de los nombres de Dios, el mundo llegaría a su fin.
Evidentemente, los de la IBM no lo creen, pero, cuando descienden de la montaña, con su inventario terminado, ven cómo las estrellas del firmamento se van apagando una tras otra."


 
Tunupa, 2011



domingo, 4 de septiembre de 2011

Toda la Energía en un Puño

El día.
Imaginemos la vida en ebullición, en su extremo casi insoportable, el sol en descenso, inmersos en la inevitable nube de mosquitos, pese a todo, llenos, henchidos de oxígeno, sin necesidad de respirar ¿para qué? el aire entra por sí solo en la orilla de un río preservado, bajo el peso del calor y de la humedad, en un fragmento de selva primaria, en la Amazonia.
La noche y los días sucesivos.

Durante el descenso del río Tambopata, en la canoa, hacia las tres de la mañana, casi todo el mundo yacía dormido, acurrucados entre mantas, ajenos  a los estallidos de luz sobre las copas de los árboles, todo anunciaba tormenta y cuando llegó también se instaló el frío.
 El “friaje” que paralizó  la selva, su polifonía, su color, el crecimiento imparable de raíces, ramas y  hojas, aves, insectos, guías y turistas acurrucados, muertos a diez tristes grados, abatidos por el frío patagón.
Apagón de vida, de energía enorme encerrada en un solo puño, como si un dios hubiera apagado el interruptor del trópico eterno para aleccionarnos sobre lo frágil de todo.




miércoles, 27 de julio de 2011

Hasta Septiembre ;)


El secreto de los grandes secretos es que, en el fondo, no hay secreto.


martes, 19 de julio de 2011

Ojos para Ver

En ocasiones, descargar un gran peso arrastrado durante largo tiempo, pongamos por caso un poncho de estrés, una ansiedad invalidante, un túnel sin final de luz, equivale en la vida cotidiana a un despertar, a un “descegarse”.
Los conceptos se hacen más precisos, se ramifican, cristalizan, vibran, se hermanan, se permeabilizan llegando a fundirse como el queso sin perder su lugar; uno lee con fluidez, quizá por primera vez, devorando, dudando dulcemente dónde poner el punto final.

Los problemas devienen desafíos a resolver con la velocidad y la constancia de un pez azul plateado en alta mar.
Las sensaciones se hacen sutiles, más profundas y calan con gusto como el agua de lluvia un día de verano o a la manera cómo huelen los niños los prados de montaña.
Las experiencias cotidianas dan como recibo paz y una miga de sabiduría, siendo el cansancio leve, como un par de alas ajustadas a la espalda.
Uno deviene, a la velocidad de una simple bicicleta o callejeando a paso firme, serpiente alada de vista sutil, coloreada de innumerables matices.


lunes, 18 de julio de 2011

Sobre el Azar, la Repetición y la Ceguera

Hace un tiempo leí sobre lo irracional e infantil de suponer casualidades mágicas a sucesos de la cotidianidad.

Hoy me he encontrado por azar, en el margen de unas dos horas y en lugares y contextos totalmente diferentes, un mismo cuento sufí.

(En un primer caso, citado por Baudrillard, en un texto escogido al azar en una biblioteca; en un segundo caso en una consulta privada, a partir de una suerte virgiliana):

El contrabandista

Nasrudín solía cruzar la frontera todos los días con las cestas de su asno cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista, cuando volvía a casa por las noches los guardas de la frontera lo registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando. Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudín aumentaba visiblemente.
Un día se retiró y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, lo encontró uno de los aduaneros.
- Ahora me lo puedes decir, Nasrudín, ¿qué pasabas de contrabando que nunca pudimos descubrirlo?
- Asnos – contestó Nasrudín.



miércoles, 22 de junio de 2011

Punto y Final

Poner punto y final no es decisión fácil. Las estructuras tienden a oxidarse bajo su propio peso y los delgados raíles sobre las que circulan devienen, con el tiempo, murallas y diques.
Un final de ciclo siempre nos lleva a la impresión de arribar a un acantilado enorme.
Más allá: para los pesimistas y cobardes, el abismo de lo desconocido, la selva oscura, el desierto estéril; para los optimistas e ingenuos, el país de las mil maravillas; para los frívolos, el parque temático, el desfile de novedades; para los hombres y mujeres libres, preñez de posibilidades tras la pérdida asumida y necesaria.
Todo sistema, gobierno o pareja tiene vocación de torre de Babel y toda edificación mal fundamentada tiende a implosionar, a desmoronarse sobre su propio eje.
Pero en muchas ocasiones es necesario, además, un golpe sobre la mesa, un decir "basta" para que la caída sea clara y limpia.

domingo, 12 de junio de 2011

Auriga

Uno puede esperar con ansia la noche para irse a morir, perdón,  dormir.
Uno puede desear el último día de su vida para irse a dormir, perdón,  morir.
Los hay, en cambio, que andan estresados, para así llenar con tensión lo que la pasión no alcanza.
Otros son adictos a la pasión y los amoríos, cuando en realidad nunca quisieron, en verdad, a nadie más que a sí mismos.
Algunos solo pueden vivir en su sufrimiento en llama viva, como si ello justificase, perdonase o aplazase el aceptar su verdadera herida.
Muchos pretenden vivir en la espuma de la brisa, como si vagar en la frivolidad eximiese de cavar, día a día, su propia fosa.


Se trata pues de ser auriga, ya no vagar o cavar, sino cabalgar caballos propios, para devenir, entonces sí, libres.






domingo, 1 de mayo de 2011

Altos Vuelos

La vida de muchos se me antoja un vuelo fatuo. Un enorme dispendio de energía para un vuelo que en muchas ocasiones  es, sin consciencia de ello, a ras de suelo.
Atrapados, en un sinnúmero de veces, en una tela de araña poderosa, omnipresente, casi invisible. Nuestra propia cárcel, entrada y salida de los que más queremos, construida a lo largo de nuestras vidas, habitantes de túneles oscuros que nosotros vemos como cielo limpio.
Ícaros más que Dédalos, Angelus Novus de Paul Klee, huracanados y cegados de luz.
A lo sumo, es nuestra intención, nos cubrimos con la capa heroica de Otto Lilienthal y exhibimos con la máxima humildad posible nuestra voluntad de avanzar, de crecer, de volar con algo más de lucidez, sin quemarnos, sin quemar  a los que queremos, amamos o a los que no;  sin precipitarnos en el lodo, en el océano oscuro de la idiotez.

sábado, 16 de abril de 2011

Ceguera

No hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Esta frase tiene validez en el momento de llamar “mercenario gadafista” a una persona calcinada en una carretera o a la incapacidad de ver lo extraordinario en las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
Uno se va enredando, con los años, en una red cada vez más tupida, rígida, áspera y aparentemente sólida, que le impide ver que a un palmo de su burbuja hueca y cargada hay un suelo fértil.

Esta mañana, al despertar, el tráfico de la gran ciudad ha parado, el suelo sonoro de decenas de vencejos me han recordado, durante un par de minutos, el cielo que se me niega cada día.
El amor a él/ella no está en las aventuras extraordinarias en los Andes, ni en los enamoramientos extraordinarios, fantásticos y tóxicos,  sino en el compartido reflejo constante y tibio de la luz de abril sobre los párpados de él/ella.
El tiempo se acorta entre espasmos estresados. Como drogados animales de granja, muchos envejecemos, enfermamos y morimos; cuando, en realidad, pese a que la vida es breve, deberíamos vivir los días más largos, inacabables, incansables, como los niños.

domingo, 3 de abril de 2011

Caos Sutil

El agua radiactiva filtrada a través de la brecha de 20 cm en el reactor número 2 de la central nuclear de Fukushima ejemplifica un tipo de caos sutil distinto al caos brutal de batalla que hoy vemos en Abiyán.
El caos sutil es una muerte lenta, invisible, callada que rompe el ecosistema u organismo desde su corazón. Como un gusano incansable anidando el interior de un fruto.
Contenerlo es, en ocasiones, muchísimo más difícil.

Semilla, 2004

sábado, 26 de marzo de 2011

El Caos

El caos late en el seno de la forma más organizada. Como aquella energía descontrolada que puede acabar desbordando su matriz-sistema, devorándola.
Fukushima, Libia, la aparición de un tumor, incluso un día a día desperdiciado por una entropía feroz responden a la misma idea.
Uno puede vivir bajo la tiranía de la lógica tumoral y, simultáneamente, bajo el peso de una aparente solidez piramidal.
El reino del caos, su capricho destructor, la libertad oscura en forma de baile de muerte es, en realidad, la cara oculta de la estructura inmóvil “de lo que hay”.
Toda guerra, sea militar, sociopolítica o personal, puede acabar atrapándonos en una fiesta de muerte con sacrificios de sangre y víctimas culpables, responsables e inocentes. En todo caso habría que saber escurrirse de la tela de araña con la suficiente astucia para, desde la devastación, encaminarse hacia el reequilibrio, hacia el orden físico-químico, biológico, socio-político, simbólico y emocional.
La idea es restablecer una nueva libertad respetuosa nada arbitraria; tensar el arco de la evolución como movimiento y crecimiento perpetuo sin romper jamás, más allá de lo necesario, el sagrado equilibrio de nuestros mundos.



Aviones de Guerra, 2003 (Tiempo de Seth)

domingo, 13 de marzo de 2011

El Horror

Repetidamente, cansinamente, la gente suele espantarse ante los matices siniestros o tenebrosos de muchas de mis obras y reflexiones.
Y sin embargo, si yuxtapongo mis obritas a lo que veo o intuyo a través de la ventana: Libia y Japón; y los demás horrores invisibles, olvidados por los medios, los horrores latentes en nuestro corazón y en todas partes, mi obra se muestra carnavalesca. Una suerte de mascarada de pesadilla casi infantil. Fragmentos de cuento y de obra de teatro. Personajes de guiñol y, en el fondo, cierto aire de fiesta de la vida.
El arte, si uno puede a penas asomarse empáticamente al sufrimiento del otro, deviene, por comparación, un atrezzo fácilmente digerible. Los horrores de Goya o los inquietantes Ensor, Bacon o Munch no tienen más cuerpo que un eco simbólico. Un rastro, una huella, un índice articulado, estetizado del sufrimiento real. Con una mirada apropiada, quizá educada, devienen sedantes-estimulantes, estructurantes, articuladores del caos, de la negra noche y de lo insoportable.
Habitáculo y alimento para moldear la resiliencia de nuestra civilización global, de nuestras vidas.
Tántalo, 2001 (Sujetos en Descomposición)

sábado, 12 de marzo de 2011

Poiesis y Respiración

Dibujar, fotografiar, escribir ¿responden a la lógica de la exhalación o de la inspiración?

En un primer momento parecería que dibujando o escribiendo respondo, genero, produzco, me sitúo en el polo fértil de la exhalación generativa.
Existe el riesgo, siempre presente, de que exhalar sea en realidad una expulsión, un vómito negativo que responde a la incapacidad del buen digerir. La creación constructiva, fértil, constante no debe confundirse con la zafia excreción, ni tan solo con el aparentemente sano exorcizar.
En muchas ocasiones el límite es borroso y todo lo que hago puede situarse en un margen de la línea u otro.
Inversamente “crear” puede inscribirse en la lógica del deseo de sumar y retener; captar, aprehender, aunque se trate de abrir vías en el sano camino del conocimiento.
La creación así, se uniría con su aparentemente opuesto “inspirar”; sedimentar, abonar; leer, estudiar, aprender, impregnarse, influenciarse, mezclarse; visitar exposiciones y  eventos; gestionar las obras y proyectos producidos, responsabilizarse de lo hecho; Proyectar, vertebrar.
La nuez de todo ello, finalmente, consiste en mapear los límites de la “poiesis” para descargar todos los pesos innecesarios y posibilitar, a través de una equilibrada respiración, el buen alumbramiento.



FRAGMENTO de Lago (No-tiempo) y el/los aquí/s y ahora/s cotidiano/s, 1995

sábado, 5 de marzo de 2011

Aprender a Digerir; Aprender a Expulsar


Esta semana oí hablar del necesario equilibrio entre lo que se ingiere y asimila y lo que se expulsa y olvida.
Hay quien no deja nunca su paraguas en casa, estreñido, no tira un solo dibujo o cuadro propio, se pasa la vida acumulando títulos universitarios sin escribir un solo artículo, no olvida jamás su primer, segundo o tercer amor, sedimenta sentimientos/resentimientos, colecciona listines de teléfono, bolígrafos, carpetas y archivos, acumula cromos y microcosmos en casa; Diógenes pesado de digestiones lentas sabe ante todo inhalar, inspirar.
Hay quien, en cambio, desenraizado y marino, cabalga en un colador de piel prestado, torrente de memoria corta y sospechosa fluye sin anclarse, deshecha, menosprecia, indolente sin retener tan solo los nombres de las personas que lo alimentan o quieren, diarreico, menosprecia el tener y baila sobre el ser; Nómada arenoso, azote de las ciudades y enemigo de la ley, sabe ante todo exhalar, espirar.
Ambos, sin duda, desconocen la simetría perfecta de la respiración.




Sintecho, 2006/2007


sábado, 26 de febrero de 2011

La Levedad del Otro

Esta semana S., mi alumna menuda de 13 años, lloraba desconsoladamente en clase, en duelo por su hermana muerta hace un año. 

Unas horas después leía un texto sobre Descartes de Lacan: “es sin duda el sujeto mismo que es interrogado quien busca serlo como tal: el sujeto en tanto que se pone en juego toda la verdad en relación con él, (…) y lo que es interrogado no es lo real y la apariencia, la relación de lo que existe y lo que no existe, de lo que permanece y lo que se pierde, sino el hecho de saber si uno puede confiar en el Otro, si como tal lo que el sujeto recibe del exterior es un signo fidedigno.

De este modo parece que la consistencia o fiabilidad del Otro es previo a la substancia cartesiana, al sujeto como tal.
Esa misma noche soñé con mis muertos más íntimos y más amados; y descubrí que ellos eran los que, en gran parte, estiraban del hilo de mi lucha radical.
 

sábado, 19 de febrero de 2011

Jardín Tóxico

Quizá por un viejo prejuicio cultural siempre me sorprendió ver vegetales enfermos. Un animal enfermo, en superficie, difiere mínimamente de un hombre moribundo ¿Pero una planta? Un vegetal enfermo supone, para mi simbología íntima, una contradicción de términos, casi un oxímoron.

La mayoría de los árboles de las grandes ciudades, por ejemplo, del sur de Europa están enfermos, atacados por parásitos.
Esto me recuerda a nosotros, urbanitas del siglo XXI cargaditos de pupas tangibles e intangibles. Las patologías crecen, cargados de toxicidad y agresión por todos lados. La nueva sociedad terapéutica crece sin alcanzar, ya falta poco, su apogeo.
Los centros de yoga rebosan; los médicos de la sanidad pública, sobrecargados, ya no miran a los ojos tristes de sus pacientes, alejados; el negocio de la salud crece y se enraiza en los alimentos de los supermercados y en toda la esfera New Age; los gurús y nuevos chamanes nos repueblan.

Todo enmohece, mientras los discursos se marean circularmente en el raquitismo del dinero.

Nuestras relaciones se pudren.
La educación, en España, agoniza entre la rigidez, la descomposición de la matriz familiar y social, la obsesión de los decimales y la burocratización de la enseñanza.
Oír a un profesor insultar, a escondidas, a sus alumnos me genera más pavor que ver a un alumno escupirle, aunque todo forme parte de lo mismo.

Somos jardines dañados, cargados de agresivos virus y parásitos.
Y sin embargo hay Sol y todavía queda suelo sobre el que crecer.
Queda resistir en la verticalidad del bambú.

lunes, 14 de febrero de 2011

Jardín Oriental

El caos es una tormenta de arena bajo el tiranía de Seth. La prohibición es tajante: Tras el viento ensordecedor, no es posible retirar la arena acumulada.
Como en el Hombre de Arena de E. T. A. Hoffman, uno se siente aterrado; se tapa los ojos y ciego, solo queda caminar a trompicones, entre escollos abandonados por uno mismo, como un vaciado rey tebano.

Es necesario crecer hasta alcanzar buena talla, romper el párrafo anterior como quien estalla un reloj de arena. Lanzar sus pedazos al mar. Nadar en invierno. Limpio, ordenar un jardín, colocar bien sus piedras y comer sus mejores frutos; dejando el resto a sus moradores.



La Bicha de Seth, 2006

viernes, 11 de febrero de 2011

Matemáticas

Aunque de niño se me atragantó el cálculo mental de los deberes, recuerdo que algo más tarde empecé a disfrutar de los enigmas de las ecuaciones y con la presencia, en las fórmulas, del infinito.
Descubrí en la adolescencia las aves de Nazca y en mi juventud primera apliqué a sus largas y rectas plumas la sucesión de Fibonacci, esperando quizá con ello encontrar, en el papel, una estructura natural y matricial donde la vida sólo me ofrecía sillas desfondadas.

Revoluciones (árabes)

A las realidades óseas le corresponden voluntades líquidas.

Y al Estado líquido...¿solo le corresponde el espesor de la malla hegeliana?

sábado, 5 de febrero de 2011

Firmar


Nunca firmo mis dibujos, en raras ocasiones firmé, durante décadas, mis cuadros, solo por obligación o por compromiso; me limito a escribir mi nombre detrás, junto con la fecha.
Siempre he creído, quizá por un exceso de purismo, que firmar es manchar el espacio con-“sagrado” , ¿"aurático"?
Una obra sobrepasa al autor y este, al firmar, solo mancha con vanidad rastrera un flujo que solo modestamente tiene que ver con él.

En las demás situaciones de la vida he ido simplificando mi firma, hasta falsear el propio acto en una suerte de gesto-simulacro, en un trámite llevado a un extremo indolente. Con el tiempo se ha hecho un casi-nada veloz, sintética, minimalista. Como substitución de mi deseo: que mi firma fuese un espacio en blanco.

Ayer, por la mañana, en el banco fui incapaz de firmar “con seriedad”. La empleada, con indisimulada acritud, me pidió que repitiese la firma; era inválida, no se correspondía con "mi" firma. Repetí obediente y volví a fallar.
Más tarde fui a recoger un título en una universidad, esta vez estaba advertido y sin embargo fui incapaz de “terminar” su ejecución sobre la cartulina, en un mediocamino entre la casi-nada actual y la abigarrada firma de mi juventud.
Caídas las iniciales paternas solo se ha mantenido la letra primera, la omnipresente “a”, como germen y hueco inicial, que lucha por desplegarse, ahora como elipse barrada.
De hecho, en secreto, en casa, tras el largo viaje de vuelta, de madrugada, con pericia de dibujante, “acabé la firma”, con una media elipse, como si cometiera un pequeño crimen inconfesable.

Si no temiera el “qué dirán”, en ocasiones, me sentaría, en este acto ridículamente solemne y burocrático, a dibujar: rodear la “a” fundamental, con un acerico vuelto del revés, un espino de despliegue elíptico y barrado. Para acabar, algún día, por romper la cáscara calcárea y volar.

jueves, 3 de febrero de 2011

La Dispersión

El acto circular, el pensamiento curvo, en bucle. El mismo dibujo repetido indefinidamente, los motivos aparecidos una y otra vez: acerico, devenido mandala y mantra, quiste y batir de alas. Acerico vuelto del revés, caparazón espinoso, espino persistente.

Por otro lado la dispersión; nebulosa de líneas de fuga y espacio para una silla vacía.

sábado, 29 de enero de 2011

Encuentros

Varios encuentros extraños esta semana. Sintetizo dos de ellos sin solución de continuidad: Un esqueleto humano, a pedazos, en el armario del seminario de dibujo donde trabajo. A mí mismo y a M. en un vídeo sobre Papasseit en el Centro de Arte Santa Mónica.

sábado, 22 de enero de 2011

Despojo

Cómo es posible que un despojo devenga persona, cómo es posible que una persona devenga despojo.

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Tiempo laminado, en finas capas, en un carpaccio para ser servido a nadie. Láminas transparentes de un cuerpo grueso, roto a pedazos.

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viernes, 21 de enero de 2011

Música

Música de trabajo de enero:
Mato un humor de perros con Louis Armstrong; luego, parto mi rigidez calcárea con Charlie Parker.
Si hay suerte llego a J. S. Bach, demasiadas raíces echó ya, es preciso licuar, más allá del Piet Mondrian del Broadway Boogie Woogie.

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Si impera el despojo, empero, recurro a H. Purcell.