sábado, 16 de abril de 2011

Ceguera

No hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Esta frase tiene validez en el momento de llamar “mercenario gadafista” a una persona calcinada en una carretera o a la incapacidad de ver lo extraordinario en las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
Uno se va enredando, con los años, en una red cada vez más tupida, rígida, áspera y aparentemente sólida, que le impide ver que a un palmo de su burbuja hueca y cargada hay un suelo fértil.

Esta mañana, al despertar, el tráfico de la gran ciudad ha parado, el suelo sonoro de decenas de vencejos me han recordado, durante un par de minutos, el cielo que se me niega cada día.
El amor a él/ella no está en las aventuras extraordinarias en los Andes, ni en los enamoramientos extraordinarios, fantásticos y tóxicos,  sino en el compartido reflejo constante y tibio de la luz de abril sobre los párpados de él/ella.
El tiempo se acorta entre espasmos estresados. Como drogados animales de granja, muchos envejecemos, enfermamos y morimos; cuando, en realidad, pese a que la vida es breve, deberíamos vivir los días más largos, inacabables, incansables, como los niños.

domingo, 3 de abril de 2011

Caos Sutil

El agua radiactiva filtrada a través de la brecha de 20 cm en el reactor número 2 de la central nuclear de Fukushima ejemplifica un tipo de caos sutil distinto al caos brutal de batalla que hoy vemos en Abiyán.
El caos sutil es una muerte lenta, invisible, callada que rompe el ecosistema u organismo desde su corazón. Como un gusano incansable anidando el interior de un fruto.
Contenerlo es, en ocasiones, muchísimo más difícil.

Semilla, 2004