Hemos avanzado un paso
más. Esta vez hacia una dirección más compleja, más laboriosa;
hemos rumiado largamente los textos de Denis Diderot, El Sobrino
de Rameau, La Ética de Spinoza, también nos hemos
detenido, durante semanas, en los fragmentos de las fotografías que
Català Roca realizó del espacio y de la vida contenida en la
arquitectura de la Fundació Miró de J. L. Sert. Uno de los mejores
recuerdos de mi llegada al Sur, en mi infancia.
El Sobrino de Rameau
es un bufón, un don nadie, un chiflado, un fracasado, justo el
reverso del filósofo ilustrado que va a sostener la llama de la
'Razón' durante los años previos a la Revolución Francesa;
Diderot.
Quizá este personaje sea
una buena ejemplificación de la mente abyecta a la que se refiere,
un siglo antes, en su Ética, Spinoza. La sangre envenenada por la
ignorancia (pese a sus conocimientos o habilidades) al situarse de
espaldas a la libertad que supone el conocimiento y el amor a lo
necesario y eterno; los pies enfangados por la envidia, el
resentimiento, la pasión miope, en ocasiones, el delirio enfermizo y
estéril.
Se nos antoja un secreto
hermanamiento de este bufón abyecto de Rameau con “M” (Fritz
Lang, 1931). Una vuelta de tuerca más y encontramos a un monstruo en
acción, un reverso espantoso del 'Amo' que va a engendrar la Alemania
crísica, en unos años tan cercanos a los nuestros.
Incluso hoy, Siria, su
gobierno o tirano es calificado de “abyecto”, según proclamaba
un presidente europeo durante estos días previos a un supuesto ataque de
Occidente.
Así pues, una débil
membrana separa al monstruo del amo, al abyecto del soberbio. Cara y
cruz de una misma moneda encadenada, esclava, esclavizante.
Durante los últimos
meses he tratado de dibujar ese rostro inmoral, descompuesto, bufón,
parásito, monstruo y rey. (Es tan loco un sujeto que se cree rey
como un rey que se cree rey. (Lacan)). Diderot, al fin y al cabo, esconde
su reverso oscuro en ese ser cínico de la
sinrazón.
Mi trabajo parece sujeto
a la repetición dualista, a las yuxtaposiciones disonantes. Me
reconozco, en ocasiones, en el El silencio
antes de Bach (Portabella, 2007).
En la otra orilla, en segundo lugar, yuxtapuesto y embrionario, en la
cuerda floja se levanta la luminosidad de la arquitectura
mediterránea de la Fundació Miró de J. L.
Sert, la línea cruda y nítida, la virtud racionalista misma.
Fotografías de fotografías de Català Roca. Recojo fragmentos, los
coloreo infantilmente. Pedacitos de vida de los años 70. Niños,
padres, madres, adultos. Tramo simbólicamente. Un paso más. Apunto
a la virtud: a la alegría, amor fati.
El sobrino de Rameau (Demonología del 'sé') IV, 2013
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