Bajar corriendo,
atropelladamente, las escaleras de la historia. Descender
aceleradamente, encontrando pisos, salas, puertas cerradas. Oscuros
peldaños se precipitan, veloces, sobre la nieve.
Salgo, finalmente, de la
Galería Nacional de Praga.
Alado horado la Tierra y me
cuelo, en pleno verano, entre hielo picado y petróleo, en un basural
cualquiera de la Habana:
Museos cerrados por ser
lunes u otro día. Museo vaciado por la Bienal; parasoles de Wifredo
Lam abiertos en las calles suspendidas como puentes colgantes o
acuarios sin peces. Museos abiertos de la guerra o de la Revolución.
Museos fumigados y clausurados por falta de aire.
Trópico de Kafka.
Mientras, en el otro extremo
del mundo, ISIS hace volar el templo de Baal.
Mientras, la Europa acéfala
inicia su fractura, una vez más, enterrándose en un largo túnel,
erizando su piel de espinas, cegándose con la estaca de Odiseo.
calle de La Habana + Veletržní Palác + W. Lam |
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