martes, 19 de julio de 2011

Ojos para Ver

En ocasiones, descargar un gran peso arrastrado durante largo tiempo, pongamos por caso un poncho de estrés, una ansiedad invalidante, un túnel sin final de luz, equivale en la vida cotidiana a un despertar, a un “descegarse”.
Los conceptos se hacen más precisos, se ramifican, cristalizan, vibran, se hermanan, se permeabilizan llegando a fundirse como el queso sin perder su lugar; uno lee con fluidez, quizá por primera vez, devorando, dudando dulcemente dónde poner el punto final.

Los problemas devienen desafíos a resolver con la velocidad y la constancia de un pez azul plateado en alta mar.
Las sensaciones se hacen sutiles, más profundas y calan con gusto como el agua de lluvia un día de verano o a la manera cómo huelen los niños los prados de montaña.
Las experiencias cotidianas dan como recibo paz y una miga de sabiduría, siendo el cansancio leve, como un par de alas ajustadas a la espalda.
Uno deviene, a la velocidad de una simple bicicleta o callejeando a paso firme, serpiente alada de vista sutil, coloreada de innumerables matices.


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