Una vez más, en el flujo precipitado
de nuestra civilización la atracción por la sombra, el simulacro o
la ilusión.
Hoy a (las) visitantes de los museos
no les basta con ser personas (es decir, precisamente, máscaras)
sino que abren, como paraguas digitales, sus dispositivos móviles
para ver (¿?), registrar (¿para qué?) el Pissarro, el Daumier o la
esencia de la escena cortesana.
Somos o seremos: amasijo de
esclavos introducidos en un cápsula en perpetuo movimiento,
Hyperloop, como caverna acelerada.
Quizá viajar a Marte y habitar una
antitierra, como una América sin víctimas, sea nuestro destino.
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