sábado, 5 de marzo de 2011

Aprender a Digerir; Aprender a Expulsar


Esta semana oí hablar del necesario equilibrio entre lo que se ingiere y asimila y lo que se expulsa y olvida.
Hay quien no deja nunca su paraguas en casa, estreñido, no tira un solo dibujo o cuadro propio, se pasa la vida acumulando títulos universitarios sin escribir un solo artículo, no olvida jamás su primer, segundo o tercer amor, sedimenta sentimientos/resentimientos, colecciona listines de teléfono, bolígrafos, carpetas y archivos, acumula cromos y microcosmos en casa; Diógenes pesado de digestiones lentas sabe ante todo inhalar, inspirar.
Hay quien, en cambio, desenraizado y marino, cabalga en un colador de piel prestado, torrente de memoria corta y sospechosa fluye sin anclarse, deshecha, menosprecia, indolente sin retener tan solo los nombres de las personas que lo alimentan o quieren, diarreico, menosprecia el tener y baila sobre el ser; Nómada arenoso, azote de las ciudades y enemigo de la ley, sabe ante todo exhalar, espirar.
Ambos, sin duda, desconocen la simetría perfecta de la respiración.




Sintecho, 2006/2007


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