domingo, 8 de julio de 2012

En torno a la Metamorfosis de Kafka

Existe un momento, quizá inapreciable, en que la membrana de la “normalidad” del hogar, o de cualquier sociedad, implosiona; situación a situación, día a día, palabra sí, palabra no. Hasta que el lenguaje, los cuerpos y los silencios se retuercen y se entretejen en la malla de la locura. Delirio donde la incomunicación, la violencia, las “apariencias guardadas” y el mismo absurdo, pasan a ser vectores que lo atraviesan todo.

El absurdo delirante todo lo permea y alcanza, incluso, los gestos dulces y saludables. Una silla deja de ser una silla y es siempre otra cosa. Un hijo deviene un ser nauseabundo ante el cual la familia no puede dejar de descargar su asco, agresividad, vergüenza o desprecio. Gregor Samsa, del día a la mañana, se transforma en un “extraño” en casa. Un “otro” que en la hipérbole kafkiana tiene rostro monstruoso. Un insecto.
Los cubículos de la casa son dependencias del infierno terrenal de nuestra querida modernidad (de la que somos decadentes apéndices). Ya solo le queda volar o morir bajo el zapato despótico.
 ¡Dichosos los fuertes y los alados!





Kafka/Vesturport/pintura, 2012
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario