Me he pasado la vida intentando “comprender” desde lo “racional” o desde una pretendida “intuición” sin darme cuenta que, en ocasiones, hay que saber “pararse”; porque ya no hay más tierra que horadar ni más horizonte que ver, porque seguir insistiendo significa no vivir y continuar solo lleva a enredarse en la malla del pensar en bucles sin fin.
Ni todo lo real es racional ni todas las corazonadas sirven.
Encuentro en Lacan el siguiente texto que recojo a retales:
“En todo lo que concierne a la aprehensión (...) existen dos peligros.
El primero consiste en no ser bastante curiosos. Enseñamos a los niños que la curiosidad es una reprobable falta, y en conjunto esto es cierto: no somos curiosos, y no es fácil provocar este sentimiento de manera automática.
El segundo peligro es comprender. Comprendemos siempre demasiado, (...). La mayoría de las veces, nos equivocamos. (...) A partir del momento en que uno deja de exigirse un extremado rigor conceptual siempre encuentra la manera de comprender; pero nos quedamos sin brújula; no sabemos dónde partimos ni a dónde queremos llegar.
Lacan, Seminario II
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