A estas alturas, en estas horas de nubes bajas y oscuras, uno "mantiene" más claro aún, que ha de ser Dédalo, no Ícaro. Más que nada porque las alas son un ingenio del padre y la caída, estúpida y trágica responsabilidad del segundo.
Pongamos que el cielo azul griego es el campo de Higgs. Supongamos que las alas de cera y plumas de Dédalo e Ícaro no son más (y lo son) que partículas, básicamente fermiones, que interaccionan con dicho campo de bosones aportándoles la masa que precipita al incauto al mar; que inversamente, eleva y hace libre al buen nauta.
Mediterráneo, 2012 |
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